Sunday, September 20, 2009

¿ RECONCILIARME? ... ¿CON QUIEN?

Autor: Osvaldo Raya
Pais: Cuba [residente en Miami]
blog EL AZUL DE MI MISMO

¿Reconciliación? ¿Con quién será que tengo que reconciliarme después de todos estos años de opresión e intolerancia bajo el régimen comunista de los Castro? A ver… a ver…

¡Ah ya sé!: Necesito reconciliarme conmigo mismo, tratar de tener compasión y tolerancia y poder entender a aquel mismo niño ‒que era yo‒ que gritaba orgulloso « ¡Pioneros por el comunismo, seremos como el Che!» Pero por suerte no llegué a ser el asesino ‒matador de cubanos‒, ése al que debería imitar según la bárbara consigna de la Organización de Pioneros de Cuba ‒los boyscouts del comunismo.

De igual modo, tengo también que reconciliarme con aquel joven cederista ‒miembro de los C. D. R. (Comités de Defensa de la Revolución), organización encargada de la vigilancia o espionaje a nivel de barrio‒ y hasta con el compañero militante de la Unión de Jóvenes Comunistas cuyo carné era motivo ‒de acuerdo sus convicciones de entonces‒ para sentirse como más puro y mejor ser humano. Tengo que ser tolerante con aquel estudiante universitario que escribió una tesis de literatura que era una verdadera loa a la poesía revolucionaria. Además, necesito tratar de entender y perdonar a ese que fui yo mismo y que idolatró por mucho tiempo al líder máximo de la Revolución Cubana ‒el Gran Usurpador de la República‒ y a quien creyó poseedor de virtudes extraordinarias, casi un todopoderoso a la altura de un dios.

Sí. Osvaldo Raya le pide perdón Osvaldo Raya, el militante al disidente, el militante al exiliado, el militante revolucionario al activista contrarrevolucionario que al cabo resultó ser el mismo que cuando niño quería ser como el Che y hacía en su adolescencia y juventud trabajos voluntarios los domingos o participaba de la guardia de los C. D. R. y combatía el fraude, el desvío de recursos del estado, el promocionismo en la educación y otros males reconocidos oficialmente como errores de la Revolución. Claro, yo no sabía que la Revolución misma era el error, que el mal era la Revolución y que sus dirigentes eran los más equivocados, fraudulentos, corruptos y hasta asesinos. No lo sabía o no quería saberlo o no podía saberlo. Yo no sabía que hasta yo mismo estaba equivocado, que mi posición favorecía ‒nada menos y nada más‒ que a los peores opresores que haya tenido jamás el pueblo de Cuba. Pero un día lo supe definitivamente. Yo creía que aquella utopía era algo noble, romántico, maravilloso y que significaba mejoramiento y perfección como si fuese el credo de una nueva iglesia. Por eso, también el Osvaldo Raya ateo le pide comprensión y tolerancia al Osvaldo Raya espiritualista y religioso, al libre pensador y trascendentalista. Y le pide perdón a Dios por haber estado del lado contrario de la divinidad.

Osvaldo Raya se debe reconciliar con Osvaldo Raya, porque el uno fue victima del otro. Y cada cubano consigo mismo. De todos modos, además de a mí mismo, urge que le pida perdón, por haber aplaudido alguna vez a sus verdugos, a todos los que fueron prisioneros políticos, a los fusilados y torturados a nombre de la Revolución que se proclamaba a sí misma salvadora y dignificante. Pido reconciliarme con todos aquellos compatriotas míos que se alzaron en la Sierra del Escambray y que yo mismo los llamaba bandidos y no libertadores. Pido perdón a mi familia que está aquí, en Miami, a quienes alguna vez tildé de traidores a la patria, tal como me sugería mi maestro de Historia en la escuela secundaria. Urge reconciliarme con la memoria de Pedro Luis Boitel a quien los comunistas dejaron morir de hambre en una celda del castillo de El Príncipe en La Habana, mientras yo asistía en esa misma época a las multitudinarias marchas de apoyo al máximo líder de la Revolución, aquel que se blasonaba en sus discursos de ser el defensor de los cubanos pero en realidad era quien daba directamente las órdenes para encarcelar y torturar y fusilar a todo opositor. Muchos creímos que estábamos ante un santo justiciero. Pero era un monstruo. Es un monstruo. El demonio en persona. Y el más grande enemigo de los cubanos de todos los tiempos. Y pido perdón a la madre de Boitel y a todas las mujeres que sufrieron persecución y cárcel o sufrieron a causa del destino fatídico de sus hijos o de sus maridos por haber decidido ser hombres libres y luchar por la libertad y en contra la tiranía.

Me estafaron, sí; y me usaron. Pero nunca es tarde para descubrir la estafa y acercarnos a la verdad y ser honestos con nosotros mismos. Nunca es tarde para ver y entender la luz. Para luchar contra los estafadores y manipuladores comunistas. Nada tengo que dialogar con quien me usurpa la patria y la dignidad. Ni tengo yo que reconciliarme con el tirano sino odiarlo más, rechazarlo cada día más y con toda mi alma.

Entonces ¿cómo coño mi presente va a reconciliarse con mi pasado, si mi pasado aún sigue siendo mi enemigo y mi vergüenza? Está bien: El otrora comunista Osvaldo Raya tiene que pedirle perdón y reconciliarse con este Osvaldo Raya de hoy, disidente y exiliado; no a la inversa. Jamás a la inversa. Nadie se reconcilia con sus demonios porque toda reconciliación entraña al menos un mínimo de reconocimiento de alguna virtud y no hay virtud ninguna en el crimen, en la estafa, en el odio inoculado, en la inmoralidad y la ignominia. No sé yo que alguien dialogue con el asesino de su hijo o con el atracador, el violador, el ladrón de tu casa y de tus bienes. No se yo eso. No lo he visto nunca. Ni en las películas.

¿Acaso los que me están invitando a esa inaceptable e indigna reconciliación, a ese diálogo con los que tienen las manos manchadas de sangre o enrojecidas de tanto aplaudir la dictadura, acaso ‒digo‒ ya se habrán reconciliado, como hice yo, con ellos mismos? ¿Borrón y cuenta nueva? ¡Imposible! (No sé ‒por ejemplo‒ que la izquierda de España parezca muy dispuesta al borrón y cuenta nueva ‒como se le exige a los exiliados cubanos de Miami‒ con el rollo ese de la Ley de la Memoria Histórica y hasta ahora nadie ha criticado a los españoles víctimas del franquismo ‒y sí a los cubanos víctimas del castrismo‒ por insistir e insistir en sus viejas llagas. Tampoco nadie se atreve a condenar de intolerantes a los judíos quienes, aún en estos días, no aceptan escuchar de sus grandes orquestas la música del gran autor del siglo XIX Richard Wagner que tanto gustaba a Hitler, el gran dictador alemán del siglo XX).

¿Olvidarme? ¿Reconciliarme? Si me olvido, ¿cómo van a aprender la lección las nuevas generaciones? ¿Si me reconcilio con los demonios propios y con los de mis verdugos, cómo le explico a mis hijos y a mis nietos que alguna virtud encontré en los que son sólo ejemplo absoluto del pecado? ¿Cómo mostrarles la diferencia entre lo puro y lo impuro, entre Cielo y el Infierno? Si olvidamos, si borramos de la historia el crimen del tirano o los errores e ingenuidades nuestras --como pueblo--, no tendremos modo de reconciliarnos con el futuro. No podemos podemos pasar ninguna pagina de ningun libro hasta que no la hayamos leido bien e, incluso, releido.

No puede haber bloggero cubano que se respete ‒ni de cualquier lugar enlodado por el crimen y la falta de libertad‒; no puede haberlo que no avive la memoria y la ponga bien fresca y reflexiva a la disposición de sus lectores.

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