Monday, October 12, 2009

¿QUIEN ES CARY ROQUE?Mujeres del presidio político histórico cubano. Parte 1

Autor: Julita Sierra

http;//todosporunacubalibre.blogspot.com

Hablar del presidio político de la mujer cubana, es un tema triste y doloroso que no puede faltar en este Congreso Virtual Internacional.

La valentía y el decoro se quedan cortos ante el empuje de estas valiosas mujeres que como bien dice el Libro:"Todo lo dieron por Cuba" de Mignon Medrano refleja un fiel testimonio al valor y a la lucha por la causa de Cuba.

Vamos a mostrar la cruda realidad de estas mujeres y su lucha; como reconocimiento a su valor y entereza y para que el mundo recoja esta verdad y sepa cuan difícil y doloroso han sido estos cincuenta años bajo el poder castrista.

QUIEN ES CARY ROQUE?

Tomado del libro "Todo lo dieron por Cuba"
de Mignon Medrano:

Una viva muestra del peso que cargó sobre sus hombres la juventud cubana es Cary Roque. Con solo 19 años de edad, trabajaba como locutora y actriz en CMQ Radio, actriz de telenovelas en CMQ Televisión y en la exitosa obra teatral "Los Malditos". Además, estudiaba periodismo en la escuela Márquez Sterling. Como tantos otros jóvenes de su generación, Cary creyó honestamente que la revolución traería a Cuba un estado de derecho sin golpes militares y con un absoluto respeto a la Constitución de 1940.

Poco le duró la ilusión. Casi desde el primer día comenzó a ser testigo de la violencia desatada dentro de la propia CMQ. Se sintió defraudada por la revolución, pero aún más por las represalias en contra de quienes querían desligarse del sistema. El director de la escuela de periodismo, el Dr. Quintana, fue destituido y reemplazado por Carlos Rafael Rodríguez. Los alumnos que no simpatizaban con el nuevo régimen fueron depurados y hasta se les prohibió acercarse a la escuela.

Algo similar sucedía en la CMQ. A diario, las también actrices Violeta Jiménez, Raquel Revuelta y Maritza Rosales, presionaban a todas las demás para que se inscribieran en las recién estrenadas milicias. "¿Cuándo vas a unirte a las milicias, Cary? El domingo hay guardia". Esta pregunta se repetía con marcada insistencia. Un día, en tono conminatorio, Violeta Jiménez la emplazó: "Estoy hablando contigo, Cary Roque, ¿cuándo vas a ser miliciana?" A lo que Cary ripostó: "Nunca, porque yo no nací para andar con un fusil arriba; yo tengo una carrera, una educación, y me gustan los pantalones sólo como ropa de sport, no como uniforme".

Claro está que el círculo se le cerraba cada vez más, pero Cary había prometido a su madre no involucrarse en actividades contrarrevolucionarias y trataba de mantenerse alejada de éstas, aunque participó en alguna que otra reunión política. Pero las promesas se las lleva el viento cuando hay que tomar decisiones mayores. Conoció a Margot Roselló y a pesar de la cautela con que se movía entre tanto revolucionario arribista, se produjo una inmediata identificación política entre ellas. Margot y su hermana Mercedes conspiraban con el MRR, el Movimiento de Recuperación Revolucionaria, cuyo coordinador nacional en ese momento era Máximo Díaz Delgado. Cary comenzó a conspirar en acción y sabotaje; era un hermoso esfuerzo de entrega total y desinteresada, especialmente por parte del Directorio, el grupo estudiantil.

Las tres formaban parte de la misma célula y ayudaron al alzamiento de Lino Bernabé en la Sierra El Escambray. Su esposa, valiente mujer, a pesar de estar embarazada lo acompañó hasta el final. Esta fue una de las últimas operaciones que realizarían.

- El 17 de abril nos encontrábamos Margot y yo en la clínica El Sagrado Corazón con Mercedes, quien había tenido un embarazo extrauterino. La casa de Mercedes, junto al Parque Zoológico, era el cuartel general de operaciones; de ahí salían y para ahí bajaban de El Escambray, era casa de contactos, casa de seguridad, sede de estrategias; todo allí era "Top Secret".

… Desgraciadamente, nuestro grupo fue infiltrado por un muchacho llamado Pepe Silva, a quien Mercedes defendía apasionadamente y juraba que era como un hermano. El trabajaba en la Base de San Antonio de los Baños y allí tenía un contacto muy bueno que nos suministraba granadas, armas y demás. Ese fue su vínculo para entrar al movimiento. Nos denunció a todos y denunció la casa…

…En el hospital, Mercedes nos pidió que nos fuésemos para la casa porque Betty, su niña, estaba sola con la tala. ¡Qué sorpresa nos llevamos! Allí estaba escondido el sobrino de Mercedes, fugado de la cárcel de Santa Clara. Y dentro de la casa, todos estaban presos. La tata de la niña, asomada a la ventana de la cocina, nos abría los ojos indicándonos que algo andaba mal pero ¡olvídate!, no nos dieron chance. Saltaron sobre nosotros con armas largas y al grito de, "cogimos a las que esperábamos "nos apresaron en aquella enorme redada. Hasta el abuelo de las Roselló, sobre su anciano pecho las medallas de veterano de la Guerra de Independencia, cayó preso. Pudo salvarse "El Gordo" Manolo Salvat, que salió con nombre y apellido falsos. Si lo identifican, Manolito hubiera sido un paredón…

…Aquella recogida fue tan grande, tan loca, con cientos de miles de presos, que a veces creo que llegamos al millón. Tras ocho horas de detención en casa de Mercedes, nos llevaron de madrugada para el MINFAR, Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, donde nos esperaba Barba Roja Piñeiro y, junto a él, Pepe Silva. Margot y yo nos miramos y ambas pensamos, "Bueno aquí confirmamos lo que tanto dijimos y Mercedes negaba: Pepe nos ha denunciado". Años más tarde, nos dijeron que lo habían fusilado por robar armas para venderlas…

…¡Caer presas el 17 de abril! Con todos los cuadros de la resistencia listos para cuando llegara la invasión, ésta nos tomó por sorpresa, nos agarró desarticulados y sin información. Nuestros nombres estaban en listas desde hacía mucho tiempo. Nuestras vidas no valían un céntimo:

"¡Paredón, paredón, para saya y pantalón!"

…Barba Roja me lanzó a la cara un montón de fotos tomadas por Pepe Silva durante un trasiego de armas instándome a confesar que las mujeres en las fotos éramos Mercedes y yo. Yo hasta llevaba puestos los mismos espejuelos que en la foto, pero lo negaba una y otra vez. Fueron momentos muy duros. Fusilaron a muchos sin juicio. Por suerte, el esposo de Mercedes ni sabía que ella estaba conspirando, así es que el infiltrado no pudo delatarlo. El pobre hombre estaba lívido al saber lo que estas tres mujercitas venían haciendo en su casa y a sus espaldas. Así y todo, estuvo preso varios meses y salió loco…

…En aquellos días de Bahía de Cochinos, el paredón no cesó de funcionar. Todo preso que tú te encuentres hoy y que estuvo en La Cabaña en aquella época, te contará cómo llegaban a las galeras y decían: "Tú, tú y tú, Fulano, Mengano y Zutano…", sin juicio ni nada. Pero igual sucedía en cualquier estación de policía y aún más en el propio MINFAR…

…A Mercedes la apresaron en el hospital. Le querían quitar los sueros, transfusión y demás, pero su médico se les encaró para explicarles que ella estaba muy grave tras operarla del embarazo extrauterino. Dijo que la mantuvieran bajo custodia, pero que no la movieran. A Margot y a mí nos llevaron, por separado, para el G-2. Aquello era terrible, imagínate que en un solo cuarto habíamos más de 70 mujeres. Allí solo encontré a una conocida, Juanita, que trabajaba en CMQ. A su esposo le ocuparon una planta de radio; él logró escapar y la agarraron a ella. Allí comencé a conocer a las que con los años se convertirían en mis hermanas. Mi verdadera hermana, Gloria, trabajaba con Pan American y la sacaron para Miami, no volví a verla en 20 años…

…Poco después de un mes en el G-2 me trasladaron con un grupo para una casa tapiada a unas dos cuadras de allí; creo que había sido de uno de los dueños de la tienda El Encanto. La habían subdividido en celdas con dos literas cada una; a mí me tocó compartir por mucho tiempo con una muchacha muy inteligente que logró salir en libertad, María del Carmen Muñoz y Grau. Era de la juventud Católica, la Universidad de Villanueva y el Directorio, pero nunca lograron ubicarla y la soltaron. Allí conocí a Reina Peñate y a Noelia Ramírez, a quien apodaríamos "La Preciosa". Allí estuve bajo interrogatorios constantes, de día y de noche, durante dos meses y medio. No me dejaban dormir, a veces me sacaban y me dejaban sola, por horas y horas, en un salón helado…

…El peor de los interrogadores, el más sinvergüenza, era Idelfonso Canales. Me presionaba mucho amenazándome con fusilar a mi padre si yo no hablaba; mis padres ni sabían de mí desde el día 17 de abril, así es que seguro me daban por muerta. Pero, Saturno se come a sus propios hijos y también así la revolución. Al igual que a Pepe Silva, a Canales lo fusilaron por traficar con dólares…

…Un día me dejaron ver a mis padres durante 15 minutos. Mi madre estaba totalmente destruida de los nervios y mi padre era un anciano; en un mes se había puesto blanco en canas. Se ve''ia como que le habían robado la vida. A su pregunta, les confesé que yo era culpable y que allí estaría por muchos años. No volví a ver a mis padres hasta que me trasladaron para Guanabacoa…

…El 22 de septiembre de 1961 se dictó nuestra sentencia en un juicio con Pelayito "Paredón" de juez y Flores Ibarra de fiscal, la combinación clave para la pena de muerte. La pidieron para 18 hombres, y las condenas más severas para Mercedes y Margot Roselló y para mí. Mi abogado, de apellido Fernández, vino recomendado por Dora Rivas, quien estaba defendiendo a Robert Morton, el vice-presidente de la Pepsi-Cola, acusado de ser agente de la CIA y para quien pedían la pena de muerte que luego conmutaron. Éramos 102; nuestra causa era la 238 pero mezclaban causas para confundir y había gente del MRR, de Rescate, y de la Unidad de Apoyo a Bahía de Cochinos. Conmutaron algunas penas, pero fusilaron a siete hombres. Fue un juicio desgarrador, con la sala atestada de familiares que gritaban su angustia cuando dictaban sentencia de muerte. Al finalizar el juicio procedían a la apelación, pero solo rectificaron las penas de muerte y a nosotras tres nos rebajaron las condenas a 20 años.

…En ese juicio condenaron a muerte a Aldo Vera estando prófugo. Al comandante de la Marina de Guerra Revolucionaria, Gonzalo Miranda le conmutaron la pena de muerte. Muchos venían del Movimiento 26 de Julio; era una conspiración netamente salida de las filas de la Revolución. Era un juicio de mucha fuerza por estar involucradas las tres armas, el Ejército, la Marina y la Policía. Importantes personalidades y embajadores estaban presentes, incluyendo el de Inglaterra. Aquello era un constante forcejeo. Tras cada sentencia de muerte el preso quería abrazar a sus hijos, a su esposa, a sus padres, por última vez…

…Cuando terminó el juicio, los familiares se tiraron arriba de los que iban a fusilar y los policías, los cascos militares, los PMs, a culatazo limpio nos golpeaban a todos…hacían un cerco y nos separaban. Mundito, el sobrino de Mercedes, estira las manos y nos dice: "Cuídense", y un PM con bayoneta calada nos da un fuerte culatazo a Mercedes y a mí. Al; tratar de interponerse Mundito, cargó contra él con otro culatazo…todo esto a la vista y gritos de los familiares…

…Los nuestros nos halaban para que no nos metieran en la jaula. Cuando a empujones nos montaron en la jaula para llevarnos a la cárcel de Guanabacoa, los familiares le cayeron atrás a la jaula mientras se oían los gritos de los que iban a fusilar… ¡horrible, horrible! ¡Aquello era Pandemonium! Polín corrió junto a Norma y entonces la arrastraron a ella; Mercedes perdió el conocimiento en pleno juicio y hubo que sacarla en camilla. Éramos 110 acusados y casi 400 familiares. Nunca olvidaré la cara de mi padre apretando los puños y mordiéndose los labios, cargado de impotencia…

...Cuando llegamos a Guanabacoa, las noticias del juicio habían precedido a nuestra llegada y las presas estaban rezando un rosario con María Cristina Oliva, rogando porque no hubiera fusilamientos. Al traer nosotras la mala nueva, se renovaba el dolor de cada una. Si no era el hermano, era el esposo, si no, el hijo. Cuando una iba a juicio, las demás nos quedábamos rezando. Mujeres que hasta ayer fuimos desconocidas, hoy, en el dolor, éramos más que hermanas.




Video cortesia de YOUTUBE Y CUBA NEWS

MUJERES. Presidio politico cubano. Parte 3



Lo que Iliana nos cuenta.

No se trata de montañas enlazadas entre sí o prominencias parecidas en forma de lomo. Se trata de algo totalmente inhumano como lo es un traslado de prisioneros a diferentes cárceles en la isla.

Fue una madrugada intensamente fría cuando decidieron trasladarme desde “Manto Negro” en La Habana hacia otra provincia. Luego de despertarme con el ruido del carro-jaula en las afueras de la celda donde me tenían castigada, entró un oficial con cargo de psicólogo que se encontraba de guardia operativa. La orden inmediata de recoger mis cosas me hizo preguntar ingenuamente sí sucedía algo en mi casa. Lo primero que me vino a la mente es que hubiera sucedido algo con mi familia y me llevarían a verla. Una respuesta típica de un esbirro que no se hizo esperar: “Nadie se ha muerto. Recoge que te vas”. Mi preocupación fue en aumento. El día anterior había lavado unas medias de lana que cubrían mis piernas del penetrante frío, y aún estarían mojadas. Me las habían tendido en el “pollero” a donde me sacaban a coger sol para secarlas. Así que tuve que salir con unas medias que apenas cubrían mis pies, con una temperatura casi glacial.

El psicólogo, que servía a la vez de torturador, me llevó al carro-jaula con mi limitado avituallamiento. Todo lo que me habían supuestamente guardado, nunca lo recuperé. Era aproximadamente las cuatro de la madrugada o algo así. Estaba oscuro aún. Ya dentro del carro, me cerraron con candado y echaron a andar. No tenía idea a donde me llevaban. Pensé que pudiera ser trasladada a Matanzas. Después de un rato, el carro paró y abrieron el candado. Al bajar me esperaba un oficial con grados de Mayor. Era el operativo de guardia de la prisión. Pregunté adónde me encontraba y me dijo: “En el Combinado del Este”. Mi sorpresa fue grande. “¿Qué hago yo en una prisión para hombres?”, pregunté. La respuesta rápida y fría fue: “Ya sabrás. Tienes que esperar”. Me condujeron a un lugar que decían era la enfermería. Más bien era la parte de afuera adonde había unos asientos y allí me dejaron. Me senté, pensando en qué iba a pasar. ¿Por qué estaba sucediendo esto? Retrocedí en mi mente y recordé al esbirro de la Seguridad del Estado con grados de Mayor que se hacía nombrar Alexis. Un alcohólico y corrompido agente que fue a verme a una celda de castigo en que me habían encerrado estando en el Correccional ubicado al lado de la prisión. Era una continuidad de “Manto Negro” para condenas a trabajo forzado. Lo primero que me dijo fue que me iba a desaparecer de La Habana, que me iba a mandar tan lejos como pudiera. Que la gente como yo tenía que recibir un castigo severo. Pero con esto a quien más castigaban era a mi familia. Una manera de ensañarse porque el odio es demasiado fuerte para los que dicen respetar derechos humanos.

Alrededor de las 9 de la mañana me fueron a buscar. Un guardia me trasladó de nuevo a la entrada de la cárcel, al lado de una garita había un oficial con grados de capitán de la raza negra. Era ágil y nervioso. Tenía una tablilla en sus manos y hablaba con varios presos esposados que ya estaban entrando a una rastra larga cerrada con una cerca peerles. Los presos vestían de gris y habían muchos de la raza negra. Me senté en un banco para esperar me llamara, y al rato se me acercó. Me dijo: “Oye, ¿tú eres de Camagüey?” Lo que más recuerdo en ese momento fue un sentimiento de rabia, impotencia y preocupación. Era tan injusto y sádico enviarme tan lejos, que apenas balbuceé: “No, yo ni siquiera conozco Camagüey. Soy de La Habana”. El capitán, rápido como un tornado me dijo: “¡Te embarcaron, pepilla. Te embarcaron!”.

Me senté nuevamente en el banco y a mi mente me venía el sufrimiento de mi madre y de mi familia en general. Que cuando se enteraran sería muy duro para ellos. En los viajes hasta esa provincia tan lejana, con un sistema de transporte público precario. De la crueldad de un sistema que te encarcela injustamente y hace todo lo posible por destruirte. De la indefensión y la soledad que te calan el alma. Mis ojos se nublaron con ganas de llorar. Pero no podía hacerlo. No podía demostrarles mis sentimientos, ni mi preocupación por lo que estaba pasando. El mundo se hundía ante mí. Era desconcierto y coraje a la vez. Eran tantas cosas que me resultan ahora difíciles de explicar.

El Capitán en cuestión provenía de la Dirección Nacional de Cárceles y Prisiones. Tenía una ligereza impresionante y un carácter bastante agradable para la labor que realizaba. Contrastaba con la mayoría de los oficiales y guardias que había conocido hasta el momento. Luego de ubicar a todos los hombres en la rastra, fue hasta a mí y me dijo: “Mira, pepilla, a ti te corresponde ir también en esa rastra. Pero teniendo en cuenta que eres la única mujer y que lo que va a ahí no es nada fácil, te llevaré conmigo en el patrullero policial”. Dos carros de patrulla de la policía custodiaban la “cordillera”. Uno iría delante y otro al final. En el patrullero delantero iban cuatro policías y en el de atrás iban tres, incluyendo al chofer. En el asiento trasero iba un policía, el capitán, y yo en el centro. A los policías no le agradó la idea, pero el jefe del operativo era el capitán. Los policías tenían que hacer lo que él dijera.

Partimos alrededor de las 9:20 de la mañana. La rastra iba delante de nuestras miradas. Tenía unos asientos en alto donde iban apostados guardias con armas largas y cinturones llenos de balas en el pecho y la cintura. En sus piernas llevaban unos cuchillos grandes, y en la cintura también tenían una pistola en su cartuchera. Otros guardias iban parados y se turnaban la vigilancia. Era impresionante. Creía estar viviendo una película. Pero era una realidad triste y espantosa.

Un viaje incierto apenas comenzaba. Mi destino estaba a manos de las fuerzas represivas de un régimen que todo lo controla a base de castigo. Donde vivir dignamente tiene un alto precio porque, de lo contrario, tu identidad propia se sumerge en el fango y dejas de ser tu misma para convertirte en parte de un rebaño obediente y sumiso. Comenzaba la angustia, o más bien, continuaba. Ahora con la incertidumbre de lo que vendría.
Apenas habiendo salido de La Habana, el capitán hizo parar a la rastra. Tenían sistemas de comunicación para llamarse unos a otros de cada patrullero. Salió diparado del carro y ordenó abrir la reja. Señaló directamente a un preso de la raza negra que estaba al centro del camión. El preso había mordido las esposas plásticas y las había partido. Tenía las manos libres y ninguno de los guardias lo había visto. Desde el patrullero de atrás el capitán lo captó. Tenía vista de águila. Todo el mundo se quedó estupefacto. Le puso unas esposas metálicas y volvió al patrullero. El material plástico de las esposas es duro como el metal, pero el reo utilizó sus dientes como cuchillo. Era realmente asombroso.

La rastra tenía bancos a lo largo. Dos a los extremos y uno al centro. Los presos íban sentados uno al lado del otro con sus pertenencias en unas bolsas llamadas jolongos. A medida que levantaba el día, todo estaba bien. Alrededor del mediodía llegamos a la prisión de extrema seguridad de Agüica. La rastra se ubicó a la entrada y bajaron algunos presos para esa cárcel. También recogieron a otros. El capitán protestaba constantemente por lo mal que trabajaban en la cárcel y la demora que había para todo. Para los presos trajeron unas bandejas mugrientas con una comida imposible de tragar. Mi bandeja fue a parar a la rastra y alguno de ellos almorzó mi ración. El capitán me permitió salir del carro y caminar para estirar los pies. Estuvimos como dos horas en Agüica y luego volvimos a salir. Había calor, un sol bastante fuerte. El viaje continuó. Esta vez fue largo y tedioso.

En cada pueblo que entrábamos la gente se paraba a mirar de forma curiosa y con lástima. Cuando estábamos en la carretera ningún carro se podía acercar al convoy. Si alguien se arriesgaba a pegarse a la rastra, los guardias le enseñaban las AK-M con sus bayonetas en las puntas y les gritaban que se alejaran. En un momento del camino el camión tuvo una rotura y los guardias se tiraron a la calle como si se tratara de un asalto. Paraban el tráfico y alrededor de la rastra no podía haber nadie. Todo un revuelo peliculero al estilo de Hollywood.

Cada vez que entrábamos a una provincia diferente, los patrulleros cambiaban y teníamos que movernos. Eran otros policías y otros tipos de carros. Los policías eran arrogantes y se molestaban por mi presencia en el carro. El capitán de Cárceles y Prisiones me preguntó por qué yo estaba presa. Le dije que yo había sido condenada por estar en contra del sistema, pero que no me sentía mal por ello. Todo lo contrario. No tuvo una respuesta represiva como esperaba que fuera. Me dijo simplemente que respetaba mi criterio, y ahí quedó todo. Pero, precisamente por ese criterio cumplía una condena de tres años de privación de libertad. Mi único crímen era pensar diferente, y eso bastaba.

Alrededor de las siete u ocho de la noche llegamos a Ciego de Avila. Miradas curiosas por todos lados sabían lo que eso significaba. Me imagino que estarían acostumbrados a lidiar con el panorama a cada rato. Entramos a la cárcel de Canaleta. Nuevamente repartieron bandejas mugrientas para los presos. Mi bandeja la entregué a la rastra y hasta una bronca se formó para cogerla. Dos presos se entraron a piñazos porque querían comerse mi ración. A la hora de comer les quitaban las esposas. Pedí permiso para ir al baño y el capitán ordenó me llevaran al centro donde recluyen a las mujeres. Se trata de una sección donde encierran a las mujeres como depósito hasta que son trasladadas a una prisión para ellas. Canaleta es una cárcel de máxima seguridad para hombres solamente. Entré al lugar donde habían unas pocas literas y algunas mujeres presas. Me enseñaron el baño y me hicieron algunas preguntas curiosas. Una presa común me dijo que pronto iría para la cárcel de mujeres de Camagüey y que se los dijera a las de allá cuando llegara. No recuerdo su nombre. Tenía un punto de tatuaje encima del labio superior que luego supe era propio de las homosexuales que hacen el papel de las mujeres. La presa era reincidente y estaba involucrada en robos o algo parecido.

Al salir del baño, me senté nuevamente en el patrullero. Estaba sola, sentada detrás y un policía abrió la puerta y me quiso sacar a la fuerza. Me negué y me aferré al asiento. Llamé al capitán y éste vino a ver qué pasaba. Le dije que el policía me quería sacar y le ordenó retirarse. Que yo me quedaba ahí sentada y que me dejara tranquila. El policía me miraba con tanto odio que me hubiera matado. Me sonreí con burla. Era mi única forma de vengarme de tanta represión injusta.

Salimos bien oscuros de Canaleta. Acercándonos a Camagüey había un frío terrible. Los pobres hombres que íban en la rastra se tapaban con lo que tenían en sus jolongos. Estaban congelados. Una intensa neblina hizo que los carros apenas se movieran. Iban lentos porque no se divisaba nada. Era de noche y la oscuridad era penetrante, fría y desoladora. El capitán había recibido unos plátanos de fruta maduros de parte de uno de los policías, del chofer, que en su actitud servil le entregó para congraciarse. Yo sentada al centro detrás no había comido nada en todo el día. Tampoco podía tragar, era demasiado el disgusto que tenía para probar bocado alguno, mucho menos eso que llamaban comida en las bandejas grasientas y sucias que nos entregaron. El capitán inmediatamente me entregó los platanitos. Me dijo: “Pepilla, no has comido nada. Toma, esto para ti. Si no quieres ahora, guárdalos y cómetelos después”. La cara del policía era de piedra, me imagino su rabia y su odio contenido. Yo no los probé, pero los tomé en agradecimiento de una actitud que no concordaba con los demás. Lo consideré un caballero, a pesar de nuestras ideologías tan diferentes y los caminos desiguales que llevábamos.

Ya bien tarde, aproximadamente a las 12 de la noche llegamos a Kilo-5. La cárcel de extremo rigor para mujeres en toda Cuba. Allí había una Primer Teniente llamada Ofelia que estaba de guardia operativa. Me estaban esperando desde hacía rato, pero el convoy se había demorado más de la cuenta. El capitán bajó mi jolongo, entregó mi expediente, que al abrirlo, la oficial dijo: “Una C.R., ya tu sabes”. C.R. significa “Contra Revolucionaria”. “Efectivamente” -les dije- “y me buscan una celda en solitaria ahora mismo. No quiero galeras”. Me dijeron que no, que iría a galera y que hablaríamos al día siguiente. El capitán me dio la mano y me dijo: “Pepilla, pórtate bien para que salgas pronto. Cuídate”. Salió con su paso apurado y empezó a dar órdenes para continuar. La “cordillera” se dirigía ahora a Kilo-7 y Kilo-8, cárceles construídas detrás de Kilo-5, porque Camagüey es una de las provincias que más prisiones tiene. Luego continuaría hasta Guantánamo.

La “cordillera” continuó su andar en el frío de una noche triste y dolorosa. Los hombres íban a parar a sus cárceles, y yo estaba en la mía, en la que sádicos oficiales de la Seguridad del Estado habían escogido para sacrificar a mi familia desde La Habana. Parada en la puerta de la reja principal no sabía qué me esperaba. Una incertidumbre hacía que mi corazón golpeara fuertemente y mis sentidos se agudizaran al máximo temiendo lo peor. Lo desconocido siempre causa temor, y de eso ni los más valientes están exentos. Yo no me consideraba como tal. Simplemente sabía que tenía que afrontar nuevas vicisitudes en un mundo incierto y confuso. En un mundo brutal y salvaje como es una cárcel de mujeres.

En ese mismo momento la “cordillera”, quizás, ya estaba entrando en Kilo-7, para luego continuar su camino impasible y solitario. Dejando a otros que, como yo, les esperaba el sufrimiento de verse alejados de su familia. Desterrados en nuestra propia tierra por órdenes crueles de quienes no respetan la condición humana. ¡Dios los perdone! Yo, jamás podré.






RECUENTO PARA LA HISTORIA
Por: Ninoska Pérez Castellón


Los que a diario hablamos ante las cámaras, nuestra credibilidad se basa en la seriedad y, por supuesto, los hechos que substancian nuestras opiniones.

Cuando digo que Miami es una ciudad de victimas, 50 años de dictadura en Cuba avalan esa aseveración. Víctimas somos todos, por el simple hecho de haber perdido nuestra patria y cada cubano es una historia de dolor. La separación familiar, la privación de libertad, pero el ensañamiento del régimen castrista con sus adversarios es el verdadero reflejo de la crueldad llevada a extremos.

Ningún hecho lo demuestra más que el presidio político de mujeres en Cuba.

Nelson Rodríguez Diéguez, se ha dado a la tarea de documentar este crimen en pleno siglo XX, con las fotos de más de 350 mujeres que transitaron el difícil y tortuoso camino del presidio político en Cuba. Sus rostros, número de causa y años cumplidos bastan para decirle al mundo que en ningún otro lugar del planeta ha ocurrido semejante fenómeno de mujeres padeciendo 10, 15 y hasta 19 años en condiciones inhumanas.

Cari Roque, una joven mujer que cumplió 16 años en prisión y salió para enfrentar la otra gran tragedia, una madre que el dolor de perder a su hija la había hecho enloquecer.

Annette Escandon, una joven madre que le arrestaron a su esposo y cuando vinieron por ella en la madrugada y sus tres pequeños hijos de 5 y 3 años y el menor de seis meses quedaron solos y lo único que pudo hacer fue gritar en medio de la oscuridad, mientras era golpeada para que alguien se ocupara de ellos. Diez años permanecieron aquellos niños en casas de amistades y amigos mientras ambos padres cumplían sus condenas.

Gloria Argudín, niña mimada que a los 19 años salió a pelear junto al líder estudiantil Porfirio Ramírez, fusilado, junto a cuatro de sus compañeros y se enfrentó como una fiera a los abusos, las golpizas y el sadismo de sus carceleros que para amedrentarla la fusilaron con balas de salva.

Gladys Ruíz Sánchez, que fue a prisión junto a toda su familia.

Carmen Veloso que fue separada de sus pequeños hijos y aun no entienden por qué el amor por algo llamado Cuba causó aquella lacerante separación.

Nilda Díaz que cumplió 16 años.

Nereida Polo 17 años.

La Dra. Ana Lázara Rodríguez 19 años.

Y, después, las nuevas generaciones como Carmen Arias, Iliana Curra y tantas otras que siguieron el valiente ejemplo de mujeres que han dejado sus nombres en la historia de Cuba, escritos con sangre.

Entender la tragedia cubana es conocer a una Milagros Bermúdez, con su cara angelical y escucharla hablar del sufrimiento de sus compañeras sin mencionar el propio, solo para que una vez terminada la entrevista, me mostrara las cicatrices en sus senos de las heridas de operaciones producto de las secuelas de las veces que fue agredida con potentes chorros de agua en su pecho.

Cuando Mignon Medrano dedicó su libro: “Todo lo dieron por Cuba” a la tragedia del presidio político de mujeres, incluyo en la portada la frase del jefe de prisiones de Cuba, Manolo Martínez: “Cuando estas mujeres salgan de este engaleramiento, van a salir en cuatro patas.” Error craso, salieron con la cabeza en alto y una estrella en sus frentes.

Por eso, hoy celebro la publicación de “Recuento para la Historia”…para que aprendamos con esta lección estremecedora, para que nuestro pueblo recupere su dignidad…para que nunca más la mujer cubana sea sometida a semejante abuso.


Recuento para la historia
Por Rogelia Castellón

Lo más emocionante derivado de todas nuestras gestas libertarias es continuar escuchando las voces de nuestros hombres y mujeres pronunciando la palabra amada, durante el empeño que los ha llevado, y aún los lleva, a la muerte o a la cárcel. En las cárceles castristas, lo negro de la noche penetrando los ojos de las víctimas, los ha acompañado en el minuto final, cuando el efecto de una bala atravesando sus pechos han terminado sus preciosas vidas, mientras sus voces se han podido escuchar gritando al mundo ¡Viva Cuba libre!

La cárcel no ha sido mejor que el paredón, y ha resultado en la prolongación de la tortura, de la ofensa y de la idea de que cada vida encerrada entre aquellas rejas, ha estado abandonada y perdida para continuar su lucha o para abrazar a un ser querido.

Cuba, libertad, patria y amor, entrega y pensamiento, y siempre Cuba libre.

Hemos tenido hombres y mujeres, en todas nuestras épocas, haciendo Historia. Sembrando palabras en los corazones de otros. Pronunciando frases capaces de quedarse hasta hacerse eternas, dando lo mejor de la juventud y lo hermoso de una familia para ver libre a un hermano, y para que cada cubano pueda algún día decir, estoy criando hijos libres.

Hay otros hombres y mujeres, buscando siempre vidas y leyendas, palabras y pensamientos para dejarlos en la memoria de los que puedan recordarlas y llevarlas a otros pueblos, a otros sentimientos, al mundo entero. Nelson Rodríguez Diéguez y muchas mujeres y hombres, capaces de entender el valor de la causa porque han sido parte del sacrificio, trabajan en este empeño. A través de sus famosos calendarios, fotos, escritos y palabras, muestran a los que no conocen nuestra historia y a los que la han vivido y la recuerdan, todo el sacrificio de la mujer cubana en esta lucha muchas veces amarga, y siempre esperanzada.

Está terminada y será presentada en el recinto del Koubek Center, de la Universidad de Miami, en el una memoria dedicada al recuerdo de las mujeres cubanas que dejaron en el camino la juventud, la familia y el goce de vivir la juventud, para correr en busca de la libertad de nuestro pueblo.

Recuento para la Historia es el nombre. Allí, estarán de pie, con las palabras de nuestro Himno Nacional en sus labios, las mujeres que se hicieron heridas, para ver a una nueva Cuba sin esclavos. Será hermoso, ver en ese lugar, ese día a los niños cubanos, cuyas vidas se desarrollan en tierras libres, porque una mujer cubana entregó en una celda su derecho a ser madre, para que los nuevos criollos nacieran de un vientre libre, de una mujer con palabras. Todos debemos en gesto de gratitud llevar a nuestra juventud a conocer la vida de esas mujeres cubanas. Mujeres sacrificio, mujeres entrega, mujeres cubanas, siempre pensando en Cuba. Llenar el local en ese día es mostrar nuestro orgullo y gratitud por el amor puesto por estas mujeres en la causa de Cuba libre. Debemos cumplir con este deber.

Hay siempre mucho dolor en cada gesto heroico. No se puede levantar la mano y decir una palabra para que la patria se salve como por arte de magia, es necesario entregar la vida para ser enterrado en la tierra amada o entregar el cuerpo para ser torturado en una cárcel. La cárcel es siempre horrible, porque corta las alas y los sueños de los soñadores, y además deja la entrega sin llegar a ser logro. Estas mujeres lo sabían, pero debían intentar con su esfuerzo, que el sueño se hiciera realidad. Lo hicieron.

No puedo buscar espacio en estas cuartillas, para narrar ni las historias ni los sacrificios de estas ex presas cubanas. No voy a decir el nombre de una, si no puedo decir el nombre de todas. Piensen en ellas, como ellas, pensaron en ustedes, cuando buscaban espacios de libertad para el pueblo cubano. Las mujeres de estas historias son cubanas, nacieron en un pedazo de nuestra isla y terminaron de crecer en una mazmorra castrista, golpeadas y vejadas por hombres y mujeres incapaces de sentir amor ni por la verdad ni por el sacrificio. Las que aún están vivas, recorren en libertad sus recuerdos y continúan enviando sus pensamientos a la tierra siempre amada y todavía prohibida.

Nadie sabe mejor que ellas de la tristeza de perder el esfuerzo, y el dolor de saber que no podrán recorrer otra vez la pradera en busca del camino nuevo para todos. Sí, sí tienen heridas estas mujeres, tienen heridas y tienen dentro el dolor de las amigas perdidas, llevadas por la muerte.
Las que no estarán presentes en el acto porque ya encontraron el camino de la eternidad, tendrán un espacio. Veremos en los pasillos junto a nosotros la sombra de sus cuerpos, escucharemos la dulzura de sus voces al entonar el canto de la patria, y sentiremos aquel perfume de amor que las llevó un día a ser entrega.
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