
LA ADVERTENCIA DE CERVANTES Y EL QUIJOTISMO DEL CHE
Osvaldo Raya / El Azul de mi mismo --http://osvaldo-raya.
Al desestimar el libro mayor de nuestra cultura, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, los españoles y los latinoamericanos nos estaríamos perdiendo un tesoro del pensamiento más moderno y vigente. Sobresale en estas páginas precisamente el deseo de alertarnos de aquéllos quienes se erigen defensores del hombre –sin permiso de éste– y que, mientras lo embarcan en una aventura desestabilizadora y criminal, so pretexto de ideales de igualdad, pisotea su libre albedrío y subestima las prioridades de su individualidad, pasando por alto sus necesidades más inmediatas y apremiantes, y hasta su modo de satisfacerlas. En la historia, contemporánea no fue difícil seducir a las masas –y engañarlas– con los cantos de sirena de la propaganda comunista, tan parecidos a aquel cuento de la llamada Edad Dorada, a la que se refería el caballero cervantino ante aquellos cabreros que lo escuchaban. Si Sancho hubiese aceptado la invitación de Don Quijote, a fin de que aquél se sentase junto a éste, como iguales, en el banquete con los cabreros, el simpático y desenfadado escudero –desentendido de los buenos modales a la hora de comer– habría tenido que, condicionado por los principios igualitaristas, someterse y asumir los modales de su patrón quien jamás se habría rebajado a aceptar los de su escudero para igualarse. Habiendo sido así, Sancho Panza no habría podido comer, sabrosamente, a su libérrima manera. El gordinflón dotado de natural y espontánea sabiduría, escogió –para fortuna suya–, ante la opción de la igualdad, la libertad. He aquí una loa a las libertades individuales y una condena a la hipocresía de los que proclaman la igualdad. Queda claro en este texto excepcional que la libertad es preferible a la igualdad.
La obra magnifica de Cervantes –El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha– muestra el apego del hombre a la libertad y el derecho que cada cual tiene de correr su propia suerte y vivir a su modo y en su mundo; escogiendo, cada cual por sí mismo, el camino que cree que le conviene. Porque nadie, ni al más intrépido y loco caballero, podemos permitirle la dirección de nuestros destinos. Mucho menos la defensa de nuestros más profundos intereses ni la tarea de escoger por nosotros lo que nos conviene. Y hay que desoír los encantamientos de los discursos populistas que atizan con sus consignas la igualdad, en claro detrimento de nuestro libre albedrío.
Y no es mi punto de vista. La evidencia es la herida difícil de sanar en aquellas miles madres y esposas que perdieron a los suyos frente a un pelotón de fusilamiento o en las mazmorras comunistas